Por Diego Soffia, director ejecutivo de Efectivo
Siendo optimistas, como son por definición los emprendedores, puedo señalar que sí existen grandes y exitosas empresas, bancos incluso, que entienden e intentan hacer suyas estas prácticas pro pyme –quizás también alguna institución del Estado, que ahora no recuerdo–, entonces la esperanza de que las demás organizaciones las imiten, no se pierde aún.
En Chile, las pymes se usan como argumento o excusa para prácticamente todas las políticas económicas, políticas en las que pocas veces tienen injerencia directa los pequeños emprendedores, y si la tienen, es de mucho menor relevancia que la de actores políticos, asociaciones gremiales del gran empresariado o incluso organizaciones de trabajadores.
También cualquier institución que se precie utiliza algún eslogan pro pyme para publicitar cualquier medida o actividad que realice, aquí encontramos municipalidades, ministerios, seremis y por supuesto el SII, entre muchas otras. Y qué decir de las grandes empresas que utilizan toda su capacidad ingeniosa para hacer parecer que incluso las poco éticas políticas de pago, como el factoring interno o “pronto pago”, son un beneficio para las pequeñas y medianas empresas.
Por lo que el eslogan pro pyme en Chile sí existe y todos lo escuchamos hasta el hartazgo, sin embargo, ¿saben realmente políticos, ejecutivos, alcaldes y funcionarios públicos lo que significa crear y administrar una pequeña o mediana empresa? ¿Practican siquiera la empatía con emprendedores que, independientemente de la cantidad de horas de la jornada laboral, tienen que trabajar sin horario? ¿Nunca se les ha pasado por la cabeza que, al no pagarles a tiempo, están perjudicando seriamente a sus familias? ¿De verdad creen que tienen tiempo disponible para volver una y otra vez a terminar el mismo trámite que se esforzaron por cumplir? ¿Encuentran razonable que deba ser experto en contabilidad, tributación y normativas legales para evitar multas que solo tienen un efecto condenatorio y nada educativo? ¿Han pensado quizás que sería mucho mejor para ellos mismos el apoyar, de verdad, el desarrollo de un pequeño proveedor, en lugar de imponerle obligaciones que le restan la utilidad que con sacrificio estaba por lograr? ¿Aún creen que el cuento de la firma faltante, el problema con el sistema para emitir la orden de compra o con el registro de proveedores, no son una falta de respeto?
Esto es lo que necesitamos que la sociedad entera comprenda, empatice y actúe en consecuencia. ¡Esa sería una cultura pro pyme!
Siendo optimistas, como son por definición los emprendedores, puedo señalar que sí existen grandes y exitosas empresas, bancos incluso, que entienden e intentan hacer suyas estas prácticas pro pyme –quizás también alguna institución del Estado, que ahora no recuerdo–, entonces la esperanza de que las demás organizaciones las imiten, no se pierde aún.
La responsabilidad de crear cultura es de todos. Autoridades y políticos que lideren la implementación de políticas bien hechas. Empresarios que inculquen en sus empresas las buenas prácticas para con los pequeños proveedores. Ejecutivos que con humildad puedan empatizar con la situación de sus contrapartes en las negociaciones. Funcionarios públicos que no se excusen en el procedimiento para demorar, dificultar y encarecer trámites. Clientes informados que sepan diferenciar entre distintos tipos de proveedores, favoreciendo aquellos de buena calidad por sobre el gasto en publicidad. Emprendedores que, mucho antes de culpar a los demás, se preparen y se hagan responsables de entregar el mejor producto o servicio posible.